Relato: La sexta noche
La cueva secreta se encuentra muy al norte de la Península Crimea. Nadie imaginaría que en aquella formación rocosa el clima fuera tan helado. En ocasiones, algunos exploradores del Himalaya acaban sin querer en esa zona a través de un Portal mágico y no se dan cuenta de que han cambiado de lugar. Tan similar es aquel sitio a las montañas tibetanas.
En aquella cueva oculta las criaturas duermen dejando pasar su existencia. Ya es tiempo de despertar. Ya suena el artilugio que construyeron en el año Cero, para no olvidarse de los quehaceres en medio de su sueño. El primero que se despierta da unos golpecitos a los demás para que no se queden dormidos. Le da pereza tener que abandonar, aunque sólo sea por una noche, el lugar donde pasa la mayor parte del tiempo. Pero la verdad es que ya han agotado sus provisiones por este año y deben reponerlas. No hay otra razón para su despertar.
La primera criatura que se ha puesto en pie, de nombre Gasph, trata de metamorfosearse en la forma que necesita. Sus dos compañeros despiertos le imitan. A algún espectador incauto le parecería observar cómo la horrenda figura se divide en dos lentamente, hasta adquirir las formas de, por un lado, algo parecido a un ser humano, y, por otro lado, algo parecido a un cuadrúpedo oriental. Parece haberse dividido en esas dos formas, una montada sobre la otra, pero en realidad sigue siendo una sola. Si lo miramos de cerca apreciaremos que montura y jinete están en realidad fundidos el uno contra el otro. De lejos parece tener encanto, de cerca sólo provoca pavor.
La segunda criatura, de nombre Mell, se da que cuenta de que todavía les falta algo. Aún no pueden partir. Observa a la tercera criatura y halla la raíz del problema, que tiene fácil solución. Rápidamente recoge la «pistola-de-pintar-de-negro» y la descarga sobre esta tercera criatura, de nombre Balt.
Con esto se da por finalizada la preparación del trío. Antes de partir dedican un vistazo a su cuarto compañero. Esa oronda y roja figura les da un poco de envidia porque siempre va por delante de ellos. Está dormido desde hace ya doce días, y le quedan al menos otros trescientos cienta y tres sin obligaciones.
Ahora sí, echan a volar hacia el cielo oscuro. Sólo tienen hasta el amanecer para dar por finalizado su aprovisionamiento anual. Sólo tienen hasta el amanecer para inspeccionar todas y cada una de las casas de los seres que se creen la especie dominante de ese mundo.
Repasan hasta el último rincon poblado de la corteza terrestre. Incluso se toman la molestia de visitar aquellas regiones más desafortunadas y con menos recursos. Cuando no encuentran ofrenda alguna, no dejan nada a cambio. Tampoco dejan nada a cambio en los lugares donde sí que encuentran dichas ofrendas, pero esa no es la sensación que da.
Éstas ofrendas toman la forma de proteínas dejadas por el propietario del lugar que visitan. Las tres criaturas asimilan aquellos turrones, aquellos mazapanes, aquella leche que se les deja, y lo guardan en lo más profundo de su ser para irlo consumioendo durante todo un año de hibernación.
Mientras hacen esto, observan los paquetes envueltos en papel de regalo que se encuentran bajo la pobre imitación de pino silvestre de cada hogar. Parece ser que los humanos más jóvenes creen que son aquellas tres criaturas las emisoras de tales paquetes. Pero son los humanos adultos los que dejan ahí esos objetos. Dejan los paquetes conseguir la felicidad de su prole, y dejan las ofrendas para que su integridad no peligre. Saben que las tres horrendas criaturas no perdonan si encuentran paquetes y no ofrendas.
Lo mismo se aplica a su cuarto compañero doce días antes.
Tras una larga noche regresan a su helado refugio oriental. Poco a poco dejan atrás sus artificiales apariencias de jinetes y monturas y vuelven a su estado original. Puede ser horroroso, pero le tienen cariño. Dedican un corto momento de recuerdo a su planeta natal, que no pisan desde hace ya dos milenios.
Después se echan a dormir. No despertarán en todo un año.
3 comentarios:
Ah, así que es eso lo que le pasó al pobre Timmy... comprendo.
Es una adaptación muy particular del mito de los Reyes Magos, aunque no esté indicado expresamente.
Bastante obvio. :P
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