El autobús de las emociones de FJ
Otra visión unilateral de las CROMEL de Valencia.
Desde luego, no soy un tipo muy previsor. Sabía la fecha en la cual tendrían lugar las CROMEL de Valencia de 2009, y sabía que tenía que avisar de que iba, si no quería pasar la noche durmiendo a la intemperie, o vagando por las silenciosas y oscuras calles de L’eliana esperando el amanecer. Pero lo fui dejando, diciéndome siempre: Avisaré mañana… avisaré mañana… avisaré mañana… Y así, me encontré de pronto con que quedaban seis días para el salón y aún no había mirado siquiera los horarios de los autobuses para Valencia. Suerte que Defriki y Sara son dos personas inimitablemente geniales y pese a todo me dejaron entrar en el grupo de ciento y la madre que se quedaban a pasar la noche en casa de la última.
No tuve la oportunidad de hablar mucho con Sara (por no decir que la única conversación que mantuvimos consistió en “Hola, soy Sara” “Y yo FJ, encantado” “Muack, muack”) pero le estoy eternamente agradecido por dejarme entrar en su casa.
El sábado por la mañana estaba dirigiéndome en autobús hacia Valencia. Saqué un cuaderno y me puse a rememorar anteriores salones a los que había asistido WEE.
Las dos páginas que rellené estaban pensadas para ser el comienzo de mi diario de las CROMEL, pero más tarde no tuve ocasión o fuerzas para volver a sacarlo, así que el resto de la crónica la he tenido que escribir de memorieta.
Voy a transcribir el contenido de esas páginas:
“Barcelona en 2007. Mucha gente dice que Zaragoza estuvo mejor. TUVIMOS un Stand, y además era el doble de grande que la mayoría alrededor, y estábamos mejor preparados. Por mi parte vendí mis fanzines, aunque eso a mucha gente, o, bueno, a algunos, no les pareció del todo bien. (Esto me recuerda que debo retomar la publicación en papel y prepararla mejor. ¿Cómo dijo Kat? Ah sí, Quark Express y Publidisa).
Pero Barcelona fue algo muy especial. También metí la pata en el sentido de que casi consigo que nos quedemos en tierra Gordi, Willy y yo (ahí debió de empezar a gestarse el odio que Willy dice profesarme) XD pero realmente fue especial.
Tres años llevaba existiendo la comunidad, desde que la genial Zirta la fundó –y yo llevaba sólo un año en ella- y sin embargo no había habido ninguna reunión masiva antes. La ocasión fue tal que dos mexicanos (Illya y la propia Zirta) se acercaron a la Península, y la Primera Cena WEE (que en realidad fue la segunda) fue una explosión de felicidad. ¿Nos tuvieron que echar o ese es sólo un recuerdo magnificado que tengo yo?
Llegamos el primer día Gordi, Willy y yo, y nos encontramos con Toni, que era el primero que había llegado al… ¿Era un hotel? ¿Era un hostal? No era un albergue, ¿un motel? XD. No recuerdo eso. Recuerdo que el siguiente al que esperábamos era Nokson, y que salimos por la ciudad y nos perdimos, y que Gordi hizo un dibujo al respecto.
También que, gracias a unas llamadas telefónicas de los que aún estaban por llegar, nos enteramos de que había que ir a recoger unos WEEZINES de la imprenta, y fuimos hacia allá, y tuvimos el honor, los cuatro, de ser los primeros en ver las cajas en las que estaban contenidas las primeras ediciones del Weezine #1, y los cuatro las llevamos calle abajo haciéndonos fotos, y las trajimos al… lugar donde dormiríamos. No abrimos las cajas, nos quedamos observándolas.
Y llegó la siguiente tanda de gente, apareció Nokson, conocimos al autor de ¡Eh, tío!, al de Dragon Mail, al ilustre creador de Elfangor y sus paridas… :P
Me parece que estoy dormido, continuaré escribiendo más tarde.”
Después de escribir eso, efectivamente, caí dormido (la última vez que dormiría hasta estar en el otro autobús de vuelta al día siguiente) pero no continué escribiendo más tarde.
Cuando desperté, nos pusieron la película de Oliver Twist de Roman Polanski, que estuvo muy bien. Aunque la parte del clímax no pudimos disfrutarla mucho: Mientras que en la pantalla el villano cogía a Oliver como rehén y lo paseaba de tejado en tejado huyendo de la turba que quería lincharle, en la vida real un deportivo rojo cuyo conductor parecía un “colega” del de nuestro autobús se puso a colársenos y a entrecruzarse con nosotros, como queriendo que le pasáramos por encima o que diéramos un volantazo mal afortunado.
Al fin todo acabó bien y me apeé en la Estación Central de Autobuses de Valencia. Saqué mi cuaderno y lo abrí por una de las páginas finales. Allí estaba el legendario mapa, con indicaciones escritas por el ilustre autor de Chocofrikis y transcritas al papel por un servidor.
El mapa no hacía mucho más que conducirme desde la salida de la Estación hasta la parada de metro más cercana en línea recta, pero siempre hace ilusión ir en busca de un tesoro.
Averigüé qué billete había que coger. Compré uno de ida y vuelta. (Poco sospechaba yo que la fracción correspondiente a la vuelta era dinero tirado, pero la otra opción que escogí en lugar de utilizar el billete ya comprado mereció la pena.)
Me apeé en L’eliana. Cada vez estaba más cerca de mi destino. No podía contener la emoción que me embargaba. Esta vez no tenía un mapa para llegar desde la estación de metro hasta el salón (sabe la suerte que me habría sido muy útil), pero afortunadamente no era el único friki que bajaba en mi parada y se dirigía al mismo lugar. Así que seguí mal disimuladamente a las pequeñas multitudes que estaban a punto de alcanzar la meta de su peregrinaje, y me conseguí plantar en las CROMEL.
Asomé la cabeza tímidamente por la entrada de esa especie de salón de actos y busqué con la mirada el STAND. No estaba en el mismo sitio que antes, pero no tardé en girarme hacia la izquierda y ver algunas caras conocidas.
Me parece que poca gente sabía que finalmente me iba a dejar caer por allí. Allí está otra vez mi falta de previsión a la hora de avisar de que iba o preparar el viaje. “No traigas maleta”, había dicho Defriki, para que cupiésemos todos nosotros y nuestros equipajes en casa de Sara esa noche; no iba a cundir el pánico, sólo me había traído la discreta bandolera que me llevo diariamente a la escuela y al trabajo.
Bueno, el caso es que ahí estaba todo el mundo, y aunque yo era el último –o prácticamente el último- en llegar al lugar, aún quedaban abrazos y besos por parte de todos, incluso de los que no conocía, como Rafagast o Padomón. Y saludé a Fadri, a Gordi, a April y Anamarek, al pequeño Toni, y a los groupies de WEE que conocimos en las CROMEL anteriores y que no habíamos vuelto a ver desde entonces: Eefrit Lombarda y, por supuesto, las hermanas gemelas Marta (Yerca) y Julia. (Mira tú por donde, yo no sabía, o no recordaba, que Yerca tenía una hermana gemela). Iván, Zelgadis, el erudito Wargo (sin mi villana favorita al lado, ¡porras!) Pedro Kat, Nacho (al que luego le hizo mucha ilusión ver el mapa), y Koopa.
Pronto algunos de nosotros nos teletransportamos a comer, ante la alternativa de devorar a nuestros compañeros de STAND a causa de la voraz hambre. Se decidió que almorzaríamos Kebab, y de camino al Turco conversábamos recodando tiempos pasados, presentes y futuros. Nos detuvimos ante una bocadillería, ya que algunos sibaritas como lo eran Fadri, Zel y Padomón no gustaban de comer carne turca. Eventualmente, alguien llegó con la información de que no había turco alguno, de que estaba cerrado y de que quien quisiera kebab tendría que filetearse y servirse a sí mismo los gatos que deambulaban por esas calles. Así que la breve parada en la bocadillería terminó siendo el prolongado alto que se hizo para comer. Algunos se fueron a almorzar al Eroski, no obstante.
Al volver al salón, le dije a un tipo Delirante que le dibujaría lo que me pidiera. El tipo se quedó con cara de póquer. ¿Qué podía pedirme que le dibujara? Pues una A asesina, me dijo. No, recapacitó, eso es demasiado sencillo; dibújame algo más… algo más… ¡Algo con muchas tetas! Algo… ¡Como una vaca!
Él se lo buscó. Consiguió llevarse a casa una vaca con tetas de mujer humana y cabeza de A invertida, empuñando un puñal con sus pezuñas. Espero por su bien que lo haya colgado en algún rincón de internet. Su reacción ante el dibujo fue algo así como “Gracias, era lo que necesitaba”, con la cara radiante de felicidad y un poco de baba descendiendo por su barbilla.
Durante esa tarde tan demente, me encontraba dibujando una escena que incluía el cásting casi completo de los personajes de mi cómic. Este dibujo estaba destinado a Rafanás, pero nunca llegó a él. Se me acercaron unos niños que debían de tener entre once y catorce años, y que no tenían ni idea de lo que eran los webcómics. Pero me vieron dibujar a mis queridos espermatozoides y les pareció muy, muy gracioso. Empezaron a darme sugerencias sobre cómo terminar el dibujo.
“¿Por qué no haces la polla en la que están metidos los espermatozoides?”
Al final acabé regalándoles el dibujo a ellos por alguna razón, aunque lo terminé a mi manera, un poquito más casta. Y con la dirección de la página web en el papel, por supuesto.
Luego también tuvo lugar la charla que dieron Zelgadis y Anamarek, que estuvo muy bien y de la que ahora no se me ocurre nada que comentar.
Llegó la noche. Recogimos el chiringuito, pedimos un taxi que no llegó, y acabamos metidos en el metro en dirección a Llíria. Los que estuvimos el año pasado (cuatro gatos en comparación con los que habíamos ido ese año) recordábamos cómo pasamos la noche la vez anterior. La verdad es que en el fondo fue una aventura echarse a dormir de cualquier manera en el suelo de un polideportivo. Defriki comentó que había oído que esta vez los cristales de las ventanas del polideportivo estaban rotas, y que el airecillo que debía de correr debía de ser divertido. Una vez más agradecimos a Sara su hospitalidad, aunque ella no estuviera allí en el momento de la conversación.
Una vez en Llíria sí que apareció un taxista y fuimos dirigiéndonos en pequeños grupos de tres y cuatro hasta la casa. Mientras esperábamos se comentaba cómo se parecía Meneillos a un hamster.
Por fin llegamos en el taxi Meneillos, Willy y yo, creo recordar, y a nuestra llegada los demás estaban en plena partida de WiiSports, alternando entre Wiibolos y WiiBaseball. Una gran oportunidad desperdiciada de explicar las diferencias etimológicas entre la Wii y el WEE. Eventualmente llegaron Defriki, Anamarek y Nacho con la cena del restaurante chino, cuya factura debió provocar un grito de terror del primero. Menú para 20. ¿Cuántos éramos? ¿Veintidós? Y aún sobró comida, aunque tengo un par de testigos que pueden afirmar que traté de impedirlo. Agradecidos estamos todos al insuperable Koopa, que se encargó de partir y repartir el alimento entre todos nosotros, enfundado en su delantal de combate, y luego además fregando y recogiendo el estropicio, y todo él solito, con la condición de que no tocáramos su cocina. (¡¡NO… PUEDES… PASAAAR!!)
La mayoría de la gente fue desertando y retirándose a sus camas, sacos de dormir o sofases, pero seis intrépidos aventureros nos quedamos resistiendo la horda zombi que amenazaba el tablero que había traído Defriki. Fue la primera vez que jugué a ese juego de mesa, ZOMBIS!!!, y me gustaría dejar constancia de que mola un huevo. El grupo inicial lo formamos Gordi, Fadri, Defriki, Yerca (o su hermana, ya no me acuerdo, XD), Meneillos y yo. La única chica del juego acabó abandonando de puro sueño (¿o porque se tenía que ir?) y le sustituyó Willy.
Este juego es curioso, porque cuando tu personaje es brutalmente devorado por los zombis y se muere, el jugador no deja el juego, sino que regresa a la casilla de salida, como haciendo un Reset. El primero en caer fue Defriki, que para eso escogió para sí al personaje negro. Después de la primera caída lo bautizó Samuel L. Jackson, a ver si así duraba un poco más. No dio resultado. Las rondas eran un poco lentas. Ya entrada la noche, a las cuatro de la mañana o algo así, Defriki se dejó caer en el sofá diciendo “Cuando vuelva a ser mi turno despertardmmmggzzzzzz…”. Antes de que volviera a llegar su turno, el personaje de Fadri se volvió a morir, y Fadri, que también debía estar un poco cansado, decidió que se había muerto en serio y que no volvería a resucitar. Pero no se fue y adoptó al personaje de Defriki, ya que nadie se atrevía a despertar a éste de su plácido letargo. También acabó muriéndose (otra vez) Samuel L. Jackson, y en serio, pero Fadri se quedó a presenciar el cercano final de la partida. Ganó Meneillos. Pero mi personaje, el Rojo, fue el único que no se murió jamás. (Hale, ya lo he dicho). Y eso que me cogieron manía después de que descubriera la genial carta “¡ESTAMOS JODIDOS!”. En definitiva, me resultó un juego muy entretenido.
Al apagar las luces, Defriki se despertó, y Meneillos, él y yo decidimos que para lo que quedaba de noche mejor quedarnos despiertos, leyendo un poquito o hablando de chorradas que no recuerdo. Dos horas después, tratamos de desencadenar el Despertar WEE. Willy se había echado como un trapo en medio del pasillo y la segunda vez que le vimos estaba apoyado contra la pared, con la cabeza a medio salir de su saco, la cara pálida y los ojos cerrados. Como un fantasma o una siniestra crisálida comenzando a abrirse paso hacia su vida adulta.
Sólo Fadri consiguió reunir las fuerzas para desperezarse y subirse en el taxi junto con los que no habíamos dormido, en dirección a L’eliana.
Fue curioso acceder a las instalaciones de las CROMEL una hora antes de su apertura. Al parecer, había problemas con la luz, y estábamos completamente a oscuras en el recinto del salón, preparando nuestro STAND.
Por cierto, ¿he dicho ya que estoy acabando de leerme THE STAND de Stephen King, aunque no venga a cuento? Vale.
Y se reabrió el salón, y llegó la gente, y la mayoría de los dormidos se despertaron, y hubo gran regocijo mientras volvían a intercambiarse firmas, dibujos, fanzines, besos, abrazos y cariño.
Defriki tenía que dar una charla. Bueno, técnicamente lo que tenía que hacer era dibujar una tira en directo (Hum… todavía no he visto el resultado de eso…). Y todos los encargados del stand querían ir a verle. Y yo también, pero asimismo me apetecía quedarme en el stand dibujando cosas, viendo pasar a la gente y tratando de practicar mis (pésimos) atributos de vendedor. Me acompañaron Pícara (huy, no he mencionado a Pícara ni a Elfangor en todo este tochazo hasta ahora, ¡perdón!) y el resalao tipo que, recordaréis, me pidió la vaca mutante el día anterior. Aquel Delirante. ¿O era Demente?
Todo el mérito por el fanzine y la chapa vendidos en ese rato en que los demás estuvieron en la charla de Defriki se lo debemos a Pícara, sin lugar a dudas. Ella sí tiene dotes de vendedora. También atrajimos hacia nosotros a algunos potenciales conversos –el más notable, un tipo disfrazado de clérigo en pleno peregrinaje-, que aunque no lo compraron se quedaron un rato embobados ante del contenido del Weezine, con la tranquilidad de saber que nuestro STAND SÍ que era una biblioteca y se podía leer a gusto. Se llevaron la dirección de WEE en folios repletos de dibujos míos, a falta de un artista mejor presente en aquellos difíciles momentos (aunque nadie me va a quitar de la cabeza que estoy mejorando).
Ese día también hubo que ir a comer (el acto de comer es una de las cosas que te impide morir, y además para algunas personas es un acto placentero), y el grupo con el que almorcé se fue a otro sitio distinto al de la bocadillería del día anterior, más decente. Las Yerca sisters, Padomón, y otro friki cuyo… nombre… no… recuerdo, ¡argh! Disculpas al anónimo acompañante si llega a leer esto. (Lo fastidioso es que su cara la tengo muy clara en mi mente). Decía que nosotros estábamos sentados aparte y nos pasamos la comida hablando de Dexter, Lost, Saw, y esas cosicas que nos gustaban a casi todos. Arroyo, desde la otra punta, tuvo la ocasión de comprobar si yo era de los que se enfrentaba a los problemas o de los que los esquivaba. (El resultado fue que los golpeaba y se los enviaba sin querer a Padomón, ignorante de las consecuencias).
En lugar de regresar al salón, algunos nos fuimos a tumbar en la hierba y hablar de Leie Cómics, los orígenes de WEE, World of Warcraft y otras cosas relacionadas.
El regreso al salón fue el auténtico síndrome de las despedidas. Ahora se van unos… luego los otros… Y te despides de todos ellos pensando en que tú también te tendrás que ir en un rato. Paradójico fue el momento en el que me despedí de Draug, aquel que era capaz de permanecer cinco minutos seguidos sin hacer el método Dio Brando, por algo que sucedió más tarde.
Incluso el propio Salón se estaba despidiendo de la gente, llevando a cabo el último acto de las jornadas, la entrega de premios. Subió al escenario el tipo que había ganado el concurso de Kame-hame-has, jaleado por todos los de Studio Kat. “¡¡Que lo repita, que lo repita, que lo repita!!” “¡¡Sin camiseta, sin camiseta, sin camiseta…!!” “¡¡Con pantalones, con pantalones, con pantalones…!!” “¡¡Sega, sega, sega, sega…!!”
A todo esto, no he comentado que él único dibujo que me llevé esta vez fue el que me hizo el Bartu:
Finalmente llegó Yerca y me dijo solemnemente: “Es la hora”.
Y despidiéndome de los que quedaban subí en el coche con Anamarek y las hermanas.
Estaba muy feliz en el vehículo, aún estaba compartiendo espacio con el WEE. Quería que ese viaje se alargara, que durase para siempre. Pero al fin llegamos al cruce frente a la Estación de Autobuses y hubo que dar el adiós final. Y el coche se alejó dejándome solo…
Aún quedaba un rato para que llegara mi autobús. Entré en una cafetería que había cerca de mi dársena y tomé algo para merendar, melancólico. Después paseé un rato por los alrededores. Ya debería ser oficial el hecho de que esperar es aburrido. Eventualmente llegué a una sala de espera con una fila de sillas… al final de la cual estaba Draug encorvado sobre un libro. Resultó que iba a volverse a Madrid en el mismo autobús que yo.
Es definitivo. Si alguna vez has sentido algo por WEE, el WEE te seguirá a donde quiera que vayas y estará contigo siempre. Estas cosas pensaba más tarde en el asiento que tenía asignado en mi billete, mirando en la televisión una película en la que salía Samuel L. Jackson. Y en la que todo iba volviéndose negro…
Las imágenes se fundieron con mis sueños mientras la noche anterior en vela me empezaba a pasar factura.
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