17 diciembre 2008

Soñar despierto

El otro día me sucedió algo curioso en clase de Anatomía. No había dormido nada la noche anterior, y estaba un poco atontado. Tocaba clase con modelo. Modelo masculino (lástima, porque sino se me habría pasado el sueño rápidamente). Fue el tipo, se despelotó, y todos a su alrededor nos pusimos con nuestro papel y lápiz a hacerle dibujitos.

El caso es que estaba adormilado. Tenía frío y me puse el abrigo. Pero el gustoso calorcillo dentro del abrigo me dio mas sopor todavía, sin que casi me diese cuenta. El hombre se tumbó, y a la señal del profesor, comenzamos a hacer el dibujo de su tercera pose. Parece ser que teníamos quince minutos para eso. Deberíamos empezar haciendo el embloque, el exoesqueleto de ese hombre, y construir el dibujo definitivo a partir de él. Pero mis sentidos se embotaban, no podía pensar demasiado en eso, y solamente esbocé el embloque, empezando a dibujarle tan abocetado como los dibujos que hago en el metro, y después añadiendo detalles casi sin pensar, o más bien pensando cosas extrañas, montándome mis propias películas mientras trataba de no cerrar los ojos.

Esa mano, me ha salido torcida… No debería estar tapando la rodilla. Algún ente diabólico debe haberme hecho esa faena, debe de haberla puesto mal, sólo por boicotearme. Pero yo seré más listo que él, por eso colocaré la mano donde debe estar, donde la tiene puesta el modelo frente a mí… que, por cierto, no tiene la pierna tan larga como en mi dibujo. Mierda, lo han vuelto a hacer. Malditos comunistas. El gobierno debe hacerse cargo de eso. ¡Reduzcan la pierna.! No debo permitir… Es curiosa la máscara que lleva este hombre. Me pregunto qué tendrá debajo, frente al pelo, lo único real que de él se ve. ¿Será el hombre de mi dibujo el mismo que tengo delante? No, claramente tiene una fisionomía diferente, y probablemente también tenga un modo de pensar distinto, una vida social distinta. Puede que ni siquiera se lleven bien si los ponemos en la misma habitación, aunque ni siquiera sé si le gustará que lo saque del papel…

-¿Eh? Fernando, ¿qué pone ahí?

Era el profesor, que estaba echando un vistazo a mi dibujo por encima de mi hombro. Doy un involuntario respingo, esperando que no se me hubiera notado el cansancio (que se me había quitado de golpe), que no hubiera cabeceado en exceso.

-¿Qué? ¿El qué? ¿Qué pone dónde?

Miro mi dibujo. Había escrito tres palabras al lado de la cabeza del modelo y ni siquiera me había dado cuenta.

-¡Ostras! No es nada…

Las taché antes de que se parase a leerlas.

-Perdona, profe, es que se me va la pinza…

Pero ya no me estaba prestando atención, estaba corrigiendo el ejercicio a un compañero.

¿Cómo pude escribir tres palabras (en realidad dos palabras y media) sin ni siquiera darme cuenta? Haciendo memoria, me suena que alguien me ha comentado alguna vez que un grupo de escritores se dedicaba a juntarse, a beber como cosacos, y a escribir cosas en estado de embriaguez; y al día siguiente leían sus obras, de las que ni siquiera se acordaban, y de las que parece que salían cosas curiosas. A ver si es verdad lo que dice mi amigo Katakraos, que me emborracho por osmosis.

Las dos palabras y media eran:
Relato
BOLIVIA
ivo

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