Crónica del Salón del cómic de Zaragoza 2008.
Querido diario:
Al final conseguí venir a Zaragoza, en autobús, que me enteré que es un medio más barato. Llegué al Salón el viernes a eso de las ocho de la tarde, casi el último, saludando a todo el mundo. Éramos ciento y la madre, y de algunos llevaba sin saber cosas desde el año pasado; es lo que hace estar tan desactualizado.
Lo compré todo antes de que se acabase: 4 Weezine #2 (tres de ellos para amigos míos), 2 Weezine #1 (para dos de los amigos de antes), la versión en papel de El Gran Héroe (pa mí), el Mario Katz y el pack completo de chapitas. Muchos webcomiqueros me miraban mal cuando les pedía que me firmaran y dibujaran todo ese lote de golpe. El Salón cerró enseguida.
Después de pasar por el Hostal nos fuimos en masa a cenar en el Museo de la Tortilla, que es como el Museo del Jamón pero, sorprendentemente, con tortilla. Me arrastraron a continuación hasta La Cucaracha (bueno, vale, no me arrastraron, tenía la posibilidad de irme a dormir con los WEE buenos, pero tenía curiosidad por ver cómo intentaban hacerme beber), un garito con la música tan alta que el único que podía hablar era Koopa, que pasaba el tiempo explicando la Recursividad a Ismurg en catalán. Asistí al último acto, que lo hizo en español, pero para mí no supuso diferencia alguna.
Al día siguiente, obviando el obligatorio desayuno en la Churrería La Fama (donde curiosamente cupimos todos), nos pasamos todo el día en el Stand. Monroe y Megachix anunciaron que se casaban, el primer matrimonio entre WEEs, y hubo gran regocijo.
En un momento dado me di un garbeo por el resto del Salón. Encontré una rareza interesante: la versión en cómic, publicada por Marvel, del libro/película de 2010: Odisea 2, la segunda parte de 2001: Odisea en el espacio. Tenía pinta de ser de quinta mano, pero me lo agencié de todos modos. También compré segundas y terceras partes de fanzines que conocía, sobre todo por intercambiarles la versión en papel de mi cómic el año anterior, y por supuesto el fanzine de Wargo y sus amiguitos. Una amiga de Wargo me adoptó con el permiso de éste.
Después me tocó mi hora feliz, la hora en la que según el horario tenía yo un espacio donde sentarme tras el Stand, coger papel y lápiz y hacerme el importante firmando dibujitos a los incautos que no sabían que yo no era famoso ni sabía dibujar.
Entre las cosas que se llevaron había un ominoso, un chtulo, un lápiz en perspectiva descomunalmente acusada, un híbrido de pene con tetas, un mono (a.k.a. vicio) de tres cabezas, y un negro albino nazi judeocomunista.
Por la noche, cada minigrupo de compañeros de habitación se fue a cenar por su lado (el nuestro, compuesto de Xitoshi y Pulwef/Arteaga, cenó calamares y pinchitos varios), y después habíamos quedado todos en un sitio llamado El licenciado Vidriera, donde teníamos reservada la parte de abajo.
Esta vez se herniaron más a la hora de hacerme beber; los premios para los más aguerridos son:
-Zulai: Que me hizo probar algo que resultó estar mu rico, algo así como granadina de fresa, que sabía a la gelatina en tubitos que se puede encontrar en una tienda de chucherías.
-Zelgadis: Que me hizo acabarme lo que le quedaba del agua de Valencia, que sorprendentemente no sabía a pis.
-Thephry Khy: Que no consiguió hacerme beber pero se puso mu, mu pesao.
La parte del fondo del lugar parecía el escenario de una película de la GESTAPO (o de la escena esa de Casino Royale donde casi deja LeChiffre insatisfechas a muchas chicas Bond en potencia.), con una silla de madera alumbrada por un débil flexo que colgaba del techo, y hasta había en la pared un accionador de electricidad, que la mente de los más perversos conectaba imaginativamente a la silla. En ella sentaron a Monroe y Laian entre otros.
Fue una noche mágica: Por cortesía de quienes trajeron su USB, por los altavoces salieron melodías como Camino Moria, Digimon y Still Alive. ¡¡Still Alive, del Portal!! ¡¡A todo volumen en un pub genérico!! Y, por supuesto, la treintena de personas que érmos catando las letras en círculo, dando saltos, bailando, a voz en grito. De vez en cuando pasó por allí algún despistado y asustadillo grupo de personas normales, pero esta vez los frikis éramos mayoría. ¡El mundo al revés!
La mañana siguiente miré la hora de mi teléfono móvil, eran las once pasadas, y me pregunté cuánto tardaríamos en llegar a la churrería donde habíamos quedado nuevamente a las diez menos diez. La respuesta era una hora, es decir, no estuvimos listos hasta las doce. En la churrería había demasiada gente esta vez así que nuestro minigrupo se fue a desayunar a una cafetería camuflada de Restaurante Chino (palabras de Pedro Kat).
Cuando llegamos al Stand, a las trece horas, sustituí a Defriki como firmante y vendedor a pesar de que mi hora feliz había expirado el día anterior, así que volví a tener una hora feliz, hasta el intermedio del salón, a las dos.
Antes de la reapertura del salón, me reencontré con la amiga de Wargo que me había adoptado y con Hock y Katakraos, que habían venido por fin en coche, y nos pasamos por la casa de ella. De vuelta al salón sólo hubo tiempo de realizar y recolectar unos cuantos dibujos más, incluyendo unas condensadas instrucciones para bailar de Anamarek.
La amiga de Wargo que me había adoptado me regaló un CD de música de unos amigos suyos de Malavida que no tienen pelos en la lengua, y El Listo y yo nos marchamos en taxi hasta la estación de las Delicias. Él partió hacia el norte y yo hacia Madrid, y aproveché el trayecto de autobús para terminar de leer, de una vez por todas, el Weezine #2, entre el resto de material que había comprado. Me sorprendió a la vez que emocionó y me hizo saltar una carcajada descubrir mi cómic en las estanterías de la tienda de Desi y Draco. ¡Muchas gracias, Zelgadis! De nuevo una demostración de lo genial e inimitable que es la gente con la que he pasado el fin de semana.
Y después de escribir esto me despido para continuar con la tristeza post-coital que es estar de vuelta en Madrid.
Besos,
FJ.
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